Tres rincones favoritos
Seguimos descubriendo las maravillas de los calados de Conde de los Andes.
Cada recodo, cada paso, cada metro de galería resulta apasionante. Son los calados de Conde de los Andes, con sus siglos de historia y su presencia de misterio. Es la luz tenue y el ambiente fresco. Es el rastro invisible de todos los que han recorrido estos subterráneos desde que se inició su construcción allá por el Renacimiento, cuando el mundo de la viña en Ollauri y en toda la Rioja Alta conoció un fuerte auge.
Sí: la emoción está viva en nuestros calados. Pero si hay que elegir tres rincones especialmente sugestivos, nos quedamos con éstos. Si vienes a visitar Conde de los Andes, quizá coincidas en esta preferencia o, quizá, seas capaz de escoger tus propios lugares favoritos.
1. Un asombroso fenómeno geológico en el extremo del larguísimo Calao de los Gallegos.
El Calao de los Gallegos se empezó a abrir a principios del siglo XVIII. Es la galería más larga de todo el entramado de Conde de los Andes. Al final del recorrido, los canteros gallegos que lo excavaron –de ahí el nombre– tuvieron que parar de sopetón: encontraron una enorme falla geológica formada por una veta de arenisca a un nivel más bajo que el del resto del calado.
Es tan visible y espectacular, y permite explicar tan bien la geología de la zona, que hasta el mismísimo sabio ilustrado Jovellanos se asombró del descubrimiento en la famosa visita que hizo a Ollauri en 1795.
2. Ver el cielo desde la profundidad de la tierra.
En la zona más antigua de los calados, los techos se sostienen con arcos de ladrillo. Es una técnica constructiva de origen morisco, bella y vistosa. En una esquina, encontramos una especie de arquería en forma de flor o estrella de ladrillos rojizos.
Al lado de uno de los brazos de esa estrella, se adivina una cavidad abierta directamente en la tierra arcillosa: es un antiquísimo respiradero de ventilación. Si estiramos el cuello y miramos hacia arriba, aparece la sorpresa: vemos un punto de luz, es la salida de la chimenea, a más de 10 metros. En días claros, a través de esa apertura, se aprecia el luminoso cielo azul de Ollauri.
3. El calado que permaneció oculto dos siglos y que ahora guarda los mejores vinos blancos.
Hace pocos años, durante un episodio de fuertes lluvias, se desmoronó parte de un calado que, por suerte, estaba vacío. Al retirar los escombros, descubrimos una galería oculta que daba paso a un segundo calado, de cuya existencia no sabíamos nada. ¡Había permanecido olvidado dos siglos!
Actualmente estamos saneando este calado para compensar la humedad. Respecto al primero, el que se derrumbó y luego recuperamos con arcos nuevos que siguen el estilo tradicional, lo estamos utilizando con un fin muy especial: guardar la colección de vinos blancos de gran reserva. Una de las joyas de Conde de los Andes, que ahora está a muy buen recaudo.
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