Conde de los Andes: hijo de un paisaje de luz y aromas
El amanecer se anuncia iluminando las peñas claras de la cima del Toloño. Los animales de la noche se retiran entonces a sus guaridas del monte y una pareja de buitres leonados levanta el vuelo desde su nido de Peña las Heces.
Comienza un día de inicios de verano en los viñedos de Briñas, a más de 500 metros de altura. El valle del Ebro, a los pies, va encendiéndose de colores claros mientras el frescor de la mañana extiende su último halo sobre las cepas viejas.
El entorno de estas viñas, de donde proceden los vinos de Conde de los Andes, muestra el saludable aspecto del paisaje del pasado: un puzzle de parcelas pequeñas, tan diversas como las orientaciones del valle.
En este lugar expuesto a la luz de todo el día, se guardan las esencias de la viticultura antigua: vides viejas, muchas de ellas en vaso, cuidadas a mano, de forma individualizada. Las cepas son mayoritariamente de tempranillo y en las cabezadas de cada hilera se plantaron hace muchos años cepas de la variedad blanca viura. El laboreo que llevamos a cabo en estas parcelas es minucioso y respeta al máximo la salud y estructura del suelo arcillo-calcáreo.
Ahora, en las primeras jornadas veraniegas, es tiempo de hacer algún aclareo incipiente, para retirar hojas y ramas y concentrar toda la fuerza de las plantas en el desarrollo de los racimos, cuyas bayas que ya han alcanzado el esperado tamaño de guisante: la evolución no se detendrá y, en pocas semanas, las uvas mutarán de color, un proceso que denominamos envero.
Un vino hecho de un paisaje maravilloso
A veces nos llevamos una botella al viñedo y la abrimos en las últimas hileras más próximas a la ladera silvestre. La sugestión y el ambiente seguramente son importantes: en el lugar concreto de su origen, parece exaltarse en aromas de pequeñas flores y en la fragancia seca y esencial de los matorrales leñosos, como las retamas y los jarales.
El tinto de Conde de los Andes es 100% tempranillo y presenta un color como de cereza picota, brillante y de gran intensidad. El aroma también es muy intenso, con notas de frutos rojos, ciruelas maduras y el recuerdo del bosque mediterráneo que rodea las viñas. En boca es un vino profundo, de muy buena estructura. Es decir, destaca por su equilibrio y su carácter intenso y elegante a la vez. Su potencia y su finura hacen que coloquialmente muchas personas lo definan como "un vinazo".
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